Premonición
Cinco coches patrulla y una ambulancia. La cosa ya está pasando de castaño oscuro. Personas ociosas sin más estímulo que beber hasta caer al suelo han tomado la Plaza de la Merced en los últimos meses ante la indiferente mirada de las autoridades encargadas de nuestra seguridad. Ya lo dije hace un par de meses, pero la cosa va a peor. No son muchos. Entre quince y veinte los días que más. Se congregan desde por la mañana al cobijo de la sombra y pasan allí las horas muertas. A las siete de la tarde, ya están completamente pasados de rosca. Hacia las diez, la oscuridad y la ingesta hacen saltar el resorte. Comienzan los gritos, las peleas, las botellas vuelan contra el que se atreve a decirles algo o contra el que, simplemente, osa cruzar por el interior de la plaza. El otro día agredieron a un anciano en la puerta de la catedral. Anoche, le tocó a un niña, que tuvo que ser atendida por los servicios sanitarios, tras ser golpeada por un sujeto incapaz de tenerse en pie por efecto de