Premonición
Cinco coches patrulla y una ambulancia. La cosa ya está pasando de castaño oscuro. Personas ociosas sin más estímulo que beber hasta caer al suelo han tomado la Plaza de la Merced en los últimos meses ante la indiferente mirada de las autoridades encargadas de nuestra seguridad.
Ya lo dije hace un par de meses, pero la cosa va a peor. No son muchos. Entre quince y veinte los días que más. Se congregan desde por la mañana al cobijo de la sombra y pasan allí las horas muertas. A las siete de la tarde, ya están completamente pasados de rosca. Hacia las diez, la oscuridad y la ingesta hacen saltar el resorte. Comienzan los gritos, las peleas, las botellas vuelan contra el que se atreve a decirles algo o contra el que, simplemente, osa cruzar por el interior de la plaza.
El otro día agredieron a un anciano en la puerta de la catedral. Anoche, le tocó a un niña, que tuvo que ser atendida por los servicios sanitarios, tras ser golpeada por un sujeto incapaz de tenerse en pie por efecto del vodka y al que otros de los ocupantes de la plaza querían pagar su “hazaña” con la misma moneda.
A quienes allí vivimos sólo nos queda recoger a nuestros hijos, que hace apenas un año jugaban tranquilamente en la plaza y que ahora la circundan para evitar riesgos. Porque mañana les puede tocar a ellos. Es intolerable que la Polícía Local de Huelva sólo pise esta zona para cortar el tráfico cuando hay procesiones. La labor preventiva brilla por su ausencia. Estoy seguro que la sola presencia de una pareja de agentes sería suficiente para poner fin a esta peligrosa espiral.
La tragedia se está mascando en La Merced. Va a pasar algo peor, y va a pasar pronto si nadie es capaz de remediarlo. Desgraciadamente, el que avisa no es traidor.
* Esto lo había escrito el 8 de junio, en pleno Rocío. No lo subí al blog porque... por no ser aguafiestas. Este sábado un joven senegalés ingresó en coma en el Juan Ramón Jiménez. Le habían golpeado la cabeza varias veces contra el suelo.
Ya lo dije hace un par de meses, pero la cosa va a peor. No son muchos. Entre quince y veinte los días que más. Se congregan desde por la mañana al cobijo de la sombra y pasan allí las horas muertas. A las siete de la tarde, ya están completamente pasados de rosca. Hacia las diez, la oscuridad y la ingesta hacen saltar el resorte. Comienzan los gritos, las peleas, las botellas vuelan contra el que se atreve a decirles algo o contra el que, simplemente, osa cruzar por el interior de la plaza.
El otro día agredieron a un anciano en la puerta de la catedral. Anoche, le tocó a un niña, que tuvo que ser atendida por los servicios sanitarios, tras ser golpeada por un sujeto incapaz de tenerse en pie por efecto del vodka y al que otros de los ocupantes de la plaza querían pagar su “hazaña” con la misma moneda.
A quienes allí vivimos sólo nos queda recoger a nuestros hijos, que hace apenas un año jugaban tranquilamente en la plaza y que ahora la circundan para evitar riesgos. Porque mañana les puede tocar a ellos. Es intolerable que la Polícía Local de Huelva sólo pise esta zona para cortar el tráfico cuando hay procesiones. La labor preventiva brilla por su ausencia. Estoy seguro que la sola presencia de una pareja de agentes sería suficiente para poner fin a esta peligrosa espiral.
La tragedia se está mascando en La Merced. Va a pasar algo peor, y va a pasar pronto si nadie es capaz de remediarlo. Desgraciadamente, el que avisa no es traidor.
* Esto lo había escrito el 8 de junio, en pleno Rocío. No lo subí al blog porque... por no ser aguafiestas. Este sábado un joven senegalés ingresó en coma en el Juan Ramón Jiménez. Le habían golpeado la cabeza varias veces contra el suelo.
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