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El sueño quebrado

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Atónito asisto al espectáculo circense que se está viviendo bajo la carpa de los medios de comunicación tras publicar El País (¡Ooooh, El País! ¡Loado sea por siempre!) que un juez en Huelva ha dictaminado que no se puede condenar al rey Baltasar por haberle dado un caramelazo a una buena señora en la cabalgata de hace dos años. Aunque el auto fue dictado hace un año -uno, a pesar de todo, tiene sus fuentes- la fina ocurrencia del magistrado, su elaborada argumentación jurídica y su estilosa ironía están siendo la comidilla en estos días. Su señoría debió tomarse su tiempo, meditar a conciencia, analizar el caso en profundidad y redactar con esmero esta celebrada sentencia. Hace unos cinco años, en plena ensoñación bucólica, tomé la decisión de comprarme una casa en un pueblo para disfrutarla los fines de semana y los meses de verano. Me atraía la vuelta a mis orígenes pueblerinos, dejar que los niños corretearan a sus anchas por las calles, entregarme a la sana y sencilla vida

Premonición

Cinco coches patrulla y una ambulancia. La cosa ya está pasando de castaño oscuro. Personas ociosas sin más estímulo que beber hasta caer al suelo han tomado la Plaza de la Merced en los últimos meses ante la indiferente mirada de las autoridades encargadas de nuestra seguridad. Ya lo dije hace un par de meses, pero la cosa va a peor. No son muchos. Entre quince y veinte los días que más. Se congregan desde por la mañana al cobijo de la sombra y pasan allí las horas muertas. A las siete de la tarde, ya están completamente pasados de rosca. Hacia las diez, la oscuridad y la ingesta hacen saltar el resorte. Comienzan los gritos, las peleas, las botellas vuelan contra el que se atreve a decirles algo o contra el que, simplemente, osa cruzar por el interior de la plaza. El otro día agredieron a un anciano en la puerta de la catedral. Anoche, le tocó a un niña, que tuvo que ser atendida por los servicios sanitarios, tras ser golpeada por un sujeto incapaz de tenerse en pie por efecto de

El limón exprimido del fútbol

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El Real Club Recreativo de Huelva, fundado el 23 de diciembre de 1889 por Charles Adams, Alexander Mackay y Wilhelm Sundheim entre otros, va a pasar a ser propiedad de unos empresarios uruguayos a la de ya. Se privatiza así una institución que, durante los últimos quince años, ha sido patrimonio de la ciudad a través de su prácticamente único accionista, el Ayuntamiento de Huelva. Como ciudadano que vive en Huelva y que paga sus impuestos en Huelva, me siento propietario del 0.00000664041489% del Club y, por lo tanto, legitimado para expresar mi opinión y mis preferencias. Siempre he defendido que no debía encontrarse entre las prioridades del Ayuntamiento mantener a flote al Recreativo. Ni en tiempos de bonanza ni en época de crisis. Los dineros públicos están para lo que están y son para lo que son. La cacareada “salvación” del Recre por obra y gracia de Perico Rodri privó a la ciudad de unos recursos económicos y patrimoniales que podrían haberse empleado en atender las necesid

Calamaro

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Calamaro, Andrés, es un capullo. A medio camino entre una copia cara de Dylan y el afán de autodestrucción de Silvio Fernández Melgarejo, ha cultivado con esmero y dedicación su imagen de canalla irredento, de estrella del rock siempre al borde del abismo. Es un chulo y un creído, como buen argentino. Calamaro, Andrés, se cree un genio porque es capaz de aparecer en la discográfica con trescientas canciones, porque en lugar de promocionar su trabajo se dedica a perdonarte la vida, porque desde que llegó a España en los primeros noventa ha hecho lo que le ha dado la gana, sembrando el camino de discretos éxitos y sonoros fracasos. Calamaro, Andrés, es un tío difícil, que canta con el culo y que tiene un pésimo gusto cuando deja la guitarra y pone las manos sobre el teclado, o sea casi siempre. Escuchar un disco completo de Calamaro suele ser una tortura que te lleva a la extenuación entre tanta balada tangosa y tanta letra pastelera (“Quiero vivir dos veces para poder olvidarte / q

Ponga una Merkel en su vida

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Pues a mí me cae bien, no lo puedo evitar. Con esa carita redonda como un mollete, tan bajita y con la mirada de osito de peluche... Es muy tierna Angela Merkel. Escribía Enrique Cervera no ha mucho en el Facebook este consejo del día: “En caso de crisis, lo mas urgente es encontrar un culpable. Q lo sea o no ya se verá”. Aquí, ya tenemos nuestra culpable. A todos los efectos, Angela Merkel es nuestra Angela Channing, mala pécora de aviesas intenciones empeñada en hundir nuestra economía y en hacer de España la nueva Albania. Si el precio de la deuda española se dispara, la culpa es de la Merkel. Si el Gobierno de España hace recortes en políticas sociales, la culpa es de la Merkel. Si unos pepinos envenenados en nosedonde hunden nuestra producción hortofrutícola, la culpa es de la Merkel. Ponga una Merkel en su penosa vida y espere sentado a que sus problemas se solucionen mientras usted hace chistes sobre pepinos, salchichas y teutonas. No hay nada mejor que tener a mano un culp

Caracoles depresivos

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¿Qué les pasa a los caracoles, que este año no echan gusto a nada? En esta extraña primavera, todos los cimientos de nuestra sociedad han sido removidos. Primero fue el 15M, luego los resultados electorales, más tarde el funambulismo filibustero de IU y su contorsionista interpretación de la voluntad popular. Y ahora, los caracoles. Todo se derrumba. Hasta los caracoles. Este año son pequeños, insignificantes. El bicho se ha quedado en nada, oculto y amedrentado porque cuatro cabrillas le han echado cojones. Consumidos en su cada vez más escasa carne y recordando con añoranza los años pasados, en los que han disfrutado de una hegemonía incontestable en las pizarras que anuncian las tapas. Rígidos, tensos, sin gusto... Los caracoles parecen haber dado el año por perdido. “Ya vendrán tiempos mejores” le decía un caracol a otro ayer tarde en la despensa de Los Amarillos, mientras el hervor en la olla les avisaba de que había llegado la hora de su refundación. Me cuesta darlo por he

A definir

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Las grandes ideas las compartimos todos. Eso es fácil. Justicia social, estado del bienestar, servicios públicos... ¿dónde hay que firmar? Lo complicado es definir, como en el fútbol. Guardiola tiene un concepto muy bonito del juego, pero si no tuviera a Messi, Iniesta, Xavi y Villa se iba a comer un mojón. En estos días se habla mucho de las grandes ideas, pero poco de definición. Los indignados del 15M se enrocan asamblea tras asamblea, incapaces de definir sus propuestas/exigencias. Se pierden en un charco de discusiones bizantinas, de debates sobre intendencia que, si nadie lo remedia, acabará por ahogar a un movimiento que es hoy es más necesario que nunca. “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”, braman los acampados. Mucho me temo que yerran el tiro, y que los políticos son tan mercancía como nosotros. La crisis tiene nombre y apellidos. Son los que manejan el cotarro desde un smartphone, los que hacen que la bolsa de Tokio tenga un “repunte” (algo así como

No pasa nada, mujer (sólo estoy sangrando)

En días como estos, siempre es bueno volver el maestro. Para todos los que hoy estáis sangrando, me he tomado la molestia de transcribir la traducción de It´s alright, Ma (I´m only bleeding). Ya sé que es muy largo, pero más largo era El código da Vinci y todos os lo habéis leído, así que haced el favor. Las sombras cuando rompe el mediodía apagan hasta la cuchara de plata. La cuchara hecha a mano, el globo del niño eclipsan el sol y la luna. Intentar comprender enseguida se aprende que no tiene sentido. Bravatas puntiagudas amenazan con desdén. Se rasgan comentarios suicidas. Por la dorada boquilla del necio, la trompa hueca toca estas baldías palabras de aviso: Quien no se afana en nacer, se afana en morir. La página de la tentación sale volando por la puerta. La sigues y estás en guerra. Ves cascadas de piedad rugiendo y aunque quieres gemir como antes adviertes que sólo serías otra persona que llora Así que no temas si oyes un sonido extraño en tu oído. N

Los caciques

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Tenía pensado pasar de puntillas sobre el tema… pero no puedo. Tengo que hablar de la estatua. Tranquilos. No voy a criticar al alcalde por aprovechar el tema para darse un baño de electoralismo en un soleado domingo de la antesala de la primavera. No voy a decir que el Ayuntamiento está confundido sobre cuáles son las prioridades y urgencias de la ciudad. No voy a decir que el monumento a la Virgen del Rocío aporta poco (nada, en realidad) a la Historia del Arte. Pero no quiero callarme ante el retroceso en el tiempo que nuestra ciudad ha experimentado con ocasión de esta iniciativa y su método de financiación. Era un runrún que venía acompañando las noticias que iban apareciendo sobre la Comisión Pro-Monumento, pero, sinceramente, nunca le presté ni crédito ni atención. Como a estas alturas ya es sabido en toda Huelva, en las cabezas de los portadores de la Virgen del Rocío han sido esculpidos los rostros de algunas de las personas que han aportado fondos para sufragar el grupo

Razón y pasión

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La razón esta sobrevalorada. He llegado a esta concusión hoy mismo, sin proponérmelo, sin pensarlo mucho. Quizás hasta esté equivocado. Por ejemplo, cuando uno acude a una selección para un puesto de trabajo, le radiografían el currículum: donde has estudiado, qué cursos has hecho, qué experiencia laboral atesoras. En definitiva, tus posibilidades de encontrar un curro en condiciones son directamente proporcionales a tus conocimientos. Sólo pasado ese primer filtro, se te permitirá mostrarte tal como eres en una entrevista personal. Quienes se dedican a sentarse en una mesa y a estudiar opciones, medir riesgos y calcular probabilidades, quienes pretenden mover a los peones desde la seguridad de la trinchera, acaban siendo sobrepasados por la situación, perdidos en un mar de cábalas que no conduce más que a la desazón y al aburrimiento, a mantener una distancia insalvable con la realidad. No hay que tener tanto miedo a equivocarse, porque no hay nada más humano que el error. Los

La Merced y Arquímedes

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Hoy, queridos amiguitos, os hablaré del sitio donde vivo, y de la plaza que hay delante de mi casa. Se llama  Plaza de la Merced. Podría ser un lugar estupendo. Limita al norte con la plaza de toros, al sur con la calle San José -llena de bares de tapas- y la calle Vázquez Limón -llena de bares de copas-, al oeste con el Molino de la Vega con su curiosísima estatua de Santiago Apóstol y al este con los milenarios cabezos que me dan los buenos días. La plaza, que alberga un quiosco de hamburguesas, está rodeada por la catedral de Huelva, la Universidad, la milla de oro de la hostelería onubense (el Saxo, el Jeromo y el Tagomago), una pequeña floristería, un par de bancos, y el decadente bar Los Amarillos, entre otros. Es una plaza con mucha historia, que hace unos años, no muchos, fue reformada por completo. Le pusieron bancos nuevos, suelo nuevo, rampas para minusválidos, arriates y arbustos. Podría ser un lugar estupendo. Pero no lo es. La culpa la tiene Arquímedes, que formuló u

¿Sangre de bombilla?

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Nos han dado una lección a todos: el que quiera peces, que se moje el culo. Llevamos demasiado tiempo acostumbrados en Huelva a consumir la cultura que nos ponen por delante, a elegir entre lo que hay, un abanico de palo corto sacado en un elevado porcentaje del erario público y sometido a los cánones de la corrección cultural y política. Esta gente, entre cerveza y cerveza a las puertas del Prokope, ha decido poner en marcha otra cosa. Distinta, un poco amorfa y hasta cutre. Se llama Sangre de bombilla, y me gustaría que trajera un poco de aire fresco. Dicen que van a programar cine, teatro, literatura, música y hasta arquitectura. Habrá que verlo, pero de momento vamos a confiar en ellos. Me parece estupendo. En la ciudad hay lugar para todo y para todos. Sólo es cuestión de que cada uno encuentre su sitio. Y para eso, hay que empezar por buscarlo. PD: Sangre de Bombilla presenta su primera actividad este miércoles. En el Bar 1900, a las ocho de la tarde proyectan Viaje a la

Un poco de cordura

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El Pais acaba de anunciar que mañana la Federación Española de Ciclismo absolverá a Alberto Contador de la sanción que le impuso tras dar positivo por clembuterol en el pasado Tour de Francia. No me puedo aguantar a mañana para celebrarlo (y para comentarlo). Cuando se confirme la noticia, Alberto Contador habrá ganado probablemente la carrera más difícil de su vida como ciclista, y mira que ha hecho kilómetros. Pero es que resultaba completamente absurdo, injusto, desproporcionado y hasta ridículo lo que querían hacer con él. Creo que la base de su absolución está, precisamente, en la desproporción del castigo. Contador, que cada año se somete a más de quinientos controles exhaustivos de sangre y orina, dio positivo en una única prueba en una cantidad ínfima de clembuterol, tan ínfima que era incapaz de propiciar ninguna mejora en su rendimiento deportivo. Sin embargo, las autoridades del ciclismo, en esa cruzada contra el dopaje que tiene tanto de ejemplarizante como de suicid

Consumidores activos

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Creo que fue la pensadora letona Christina Griseldha la que formuló en su reciente obra " Es dodos uz sūdi uz kuce, kas dzemdēja zvanu centra " la teoría del consumidor activo. Consumidor activo es aquel que pelea su terreno hasta las últimas consecuencias. Es un nuevo tipo de ciudadano que, cansado de los abusos de las telefónicas, las eléctricas, los bancos y las aseguradoras (por este orden), decide embarcarse en una cruzada por sus derechos. Ser consumidor activo consiste en dedicarte en cuerpo y alma a poner reclamaciones por cobros excesivos, servicios no contratados y comisiones indebidas,  a acosar sin misericordia a los call center, a exigir el cumplimiento de los contratos de cabo a rabo y a analizar con lupa las ofertas de las distintas compañías e ir cambiando permanentemente de operador para exprimir al máximo las feroces políticas de captación de nuevos clientes. Todos sabemos que lo tenemos al alcance. Sin ir más lejos, en mi último intento, y sabiamente a

Juan Nadie Cortés

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Hubo quien creyó ver un día en Juan José Cortés al nuevo héroe del pueblo. Al Juan Nadie que, emulando al que encarnó Gary Cooper, se echaba a las espaldas la pesada carga de unir a los desesperados, de ser la voz de la gente sencilla, de plantar cara al sistema acomodado de la élite dirigente. El ciudadano Cortés, el héroe de la mirada limpia... Tantas cosas se dijeron y se escribieron en aquellos días. Pero no, el camino que ha elegido Cortés es otro. Es el de incorporarse a esa élite, el de prestar su nombre, su fama y su causa a una opción politica. "Legítimo" es la palabra que más escucho en estos días en relación a la decisión adoptada por Juan José y, lo siento, no estoy de acuerdo. Sería legítimo si le hubiese preguntado a mi suegra, que lloró en aquellos días de enero de 2008 sólo de pensar en lo que le habría ocurrido a aquella niña de cinco años. Sería legítimo si le hubiese preguntado a mis niños, congregados por las monjas del colegio día tras día para rezar

La plaza de las Monjas

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La primera vez que vine a Huelva fue con 14 años. Vine en el Damas, toda una aventura, a ver a mi también primera novia. Me bajé en la estación de la avenida de Portugal y cogí un taxi: "A la plaza de las Monjas, por favor". El hombre se dio la vuelta y me miró asombrado. Insistí y me llevó en la carrera más corta que un taxi haya hecho nunca. Mientras esperaba a la moza en cuestión, me entretuve mirando la plaza. Su templete, sus palmeras, sus farolas, su fuente y sus bancos. Me pareció bonita, a secas, lo suficiente. El caso es que el destino hizo que años más tarde echase aquí raíces. Trabajo, novia, casa, mujer, hijos, amigos... Y mientras mis raíces iban escarbando el suelo de esta ciudad, la plaza de las Monjas también se fue remozando. Arreglaron el templete, cambiaron la fuente, cambiaron el suelo... Después llegaron las columnas de colores, los maceteros redondos, la hicieron casi peatonal y construyeron ese bar... en fin. Esa es la plaza de las Monjas de hoy.

Veneno que bueno

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Empecé a fumar con trece años, en el internado. No me incitó nadie. Sólo lo soñé y en el sueño fumar era placentero. Lo probé al día siguiente y confirmé lo que había soñado. En un año estaba fumándome un paquete de Ducados todos los días. Así estuve hasta que se aprobó la primera ley, la que prohibía fumar en el trabajo. Entonces lo dejé. Me costó mucho, fatigas, sudores y temblores, pero lo dejé. Casi tres años después, volví a caer. Fue en un bar, una calada… lo suficiente. El Gobierno, en su infinita bondad, me da ahora una nueva oportunidad. Ya no se puede fumar en los bares. Y eso son palabras mayores.