Mucho ruido
No se tiene más razón por gritar más. Esta es una norma básica no ya de la comunicación, ni siquiera del debate político, sino de las más elementales normas de relaciones humanas. Sin embargo, cada vez ocurre con mayor frecuencia que, ante la falta de razones fundamentadas que justifiquen una determinada decisión, se tira de vocerío como mecanismo sustituto de la lógica y la dialéctica. Debo reconocer que estoy un poco hastiado de tanto grito, de tanto coro, de tanta consigna imperante en el manejo de los asuntos públicos para esconder en muchos casos una falta de argumentos, de razones y, mayormente, de soluciones. Y echo de menos, sobre todo, la sinceridad. “La verdad os hará libres”, dijo Jesús de Nazaret hace una pila de años, pero cada día es más difícil buscar un ápice de verdad entre el ruido ensordecedor de las cosas mundanas. A este panorama desolador se unen las llamadas redes sociales, formando una mezcla perfecta para amplificar la estupidez humana hasta límites ins