Mucho ruido
Debo reconocer que estoy un poco hastiado de tanto grito, de tanto coro, de tanta consigna imperante en el manejo de los asuntos públicos para esconder en muchos casos una falta de argumentos, de razones y, mayormente, de soluciones. Y echo de menos, sobre todo, la sinceridad. “La verdad os hará libres”, dijo Jesús de Nazaret hace una pila de años, pero cada día es más difícil buscar un ápice de verdad entre el ruido ensordecedor de las cosas mundanas.
A este panorama desolador se unen las llamadas redes sociales, formando una mezcla perfecta para amplificar la estupidez humana hasta límites insospechados. Unas redes sociales que ensalzan o crucifican caprichosamente, entierran a los vivos y resucitan a los muertos, convierten en tendencia las nimiedades más banales, y sepultan muchas opiniones cualificadas bajo una montaña de ‘post’ donde la meta parece ser engordar la lista de comentarios a mis estados de Facebook y conseguir el mayor número posible de retuiteos para mis ocurrencias. Un desastre, un auténtico desastre…
¿Qué pensamiento no lineal puede establecerse en ciento cuarenta caracteres? ¿A dónde ha ido a parar mi ‘timeline’ de hace tres horas? ¿Qué ha quedado de la plaza Tahir? Las redes sociales, ese paradigma del “¿dónde va la gente? Donde va Vicente”, tienen su lado bueno, democratizan la información, tumban los muros del oscurantismo, de la censura y de la autocensura de los medios de comunicación y, cierto, mejoran los niveles de exigencia hacia los dirigentes públicos. Pero no son suficientes, y menos aún si conllevan -a mí al menos me lo parece- un efecto narcótico tan potente para el pensamiento propio.
(Publicado en www.huelvabuenasnoticias.com)
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