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Mostrando entradas de 2013

Minecraft. No todo está perdido

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Si usted, amado lector, tiene como yo la dicha de estar viendo crecer a sus hijos y de ver cómo empieza a salirles la pelusilla encima de los labios, probablemente sepa qué puñetas es eso de Minecraft. Si no lo sabe, tampoco importa. Yo se lo explico. Minecraft es la fiebre a la que se han entregado en este último año nuestros púberes. Se trata de un videojuego para ordenador, con versiones también para consolas y tabletas, que ha logrado enganchar a una gigantesca legión de críos. Pregunte, pregunte y asómbrese… Sin ir más lejos, un personaje denominado Vegetta, ha alcanzado la escalofriante cifra de 61 millones de visitas (sí, sí, 61 millones, ha leído bien) en el canal de Youtube en el que publica vídeos de partidas de Minecraft. Lo extraordinario del fenómeno es que el juego en sí es llamativamente pobre. Los gráficos tienen la misma calidad que los primeros PCs. De hecho, eso es lo que mueve nuestras entrañas a quienes crecimos con el Spectrum: figuras de cabeza cuadrada,

Días de chándal

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En mi primera colaboración con huelvabuenasnoticias, el 2 de febrero, escribía que “quienes han corrido un maratón, que no es mi caso -aún-,  cuentan que…”. Ese “aún”, a la postre, se convirtió en una trampa, en algo que seguía ahí, esperándome y llamándome, constante como un martinete. Y al igual que los ríos siempre acaban desembocando en un mar, yo acabé corriendo el maratón. Madrid, 28 de abril. 3 horas, 57 minutos y 50 segundos. Dado que mis amistades huyen despavoridas o cambian de tema ante cualquier intento de narrarles la epopeya, les ruego a ustedes, agradecidos lectores, que me permitan aprovecharme de su infinita benevolencia. Tranquilos, no les voy a contar los detalles de la carrera. No les hablaré del compañerismo reinante entre una turba de veinte mil personas que revolotea nerviosa antes de afrontar esos 42 kilómetros en una gélida mañana. No les cansaré con el relato de la emoción sentida al atravesar la multitud que se amontona en la Puerta del Sol para darte

Mucho ruido

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No se tiene más razón por gritar más. Esta es una norma básica no ya de la comunicación, ni siquiera del debate político, sino de las más elementales normas de relaciones humanas. Sin embargo, cada vez ocurre con mayor frecuencia que, ante la falta de razones fundamentadas que justifiquen una determinada decisión, se tira de vocerío como mecanismo sustituto de la lógica y la dialéctica. Debo reconocer que estoy un poco hastiado de tanto grito, de tanto coro, de tanta consigna imperante en el manejo de los asuntos públicos para esconder en muchos casos una falta de argumentos, de razones y, mayormente, de soluciones. Y echo de menos, sobre todo, la sinceridad. “La verdad os hará libres”, dijo Jesús de Nazaret hace una pila de años, pero cada día es más difícil buscar un ápice de verdad entre el ruido ensordecedor de las cosas mundanas. A este panorama desolador se unen las llamadas redes sociales, formando una mezcla perfecta para amplificar la estupidez humana hasta límites ins

El puchero

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Nuestra alimentación ha regresado al puchero. Lo dice el Ministerio de Agricultura, y debe ser verdad, porque ya se sabe que con las cosas de comer no se juega. En unos pocos años de crisis, hemos recuperado lo que durante décadas nos fueron robando los americanos con su comida rápida, sus menús de plástico y sus pollos criados sin cabeza, sin patas y sin nada. Estos años duros que nos está tocando vivir también tienen su lado positivo. Aún a riesgo de incurrir en un consuelo de tontos, los datos de la cesta de la compra indican que con la crisis estamos volviendo a hábitos de alimentación más saludables. La verdura regresa al cajón de abajo de la nevera y la fruta de temporada colorea nuevamente la cocina, al tiempo que las alacenas se repueblan de garbanzos y lentejas. La cocacola queda para el fin de semana y el agua del grifo reina de nuevo en la mesa. Garbanzos, pollo (con cabeza), costilla, tocino y hueso de jamón. Papas y zanahoria. Y para rematar, si llega el bolsillo,

Un papa negro

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Benedicto XVI ha dado la campanada. Después de dejarnos como legado para la eternidad el testimonio de que los Reyes Magos eran tharsileños, el obispo de Roma se nos jubila a los 85 años, que a este paso es la edad a la que nos podremos retirar el resto de los mortales. Ya se dijo cuando lo nombraron que Ratzinger sería un Papa de transición, una figura de poco brillo popular que no tuviera que someterse a comparaciones con la poderosa sombra de Juan Pablo II, al que quería todo el mundo, como coreaban las masas congregadas en la avenida de Andalucía aquel 14 de junio de 1993. Superado el tránsito benedictino de estos casi ocho años llega el momento de que Sus Eminencias depositen el peso de la Iglesia sobre otras espaldas. Y claro, los medios occidentales, tan proclives a las cábalas y a los talent-shows, se aventuran a hacer sus listas de los posibles candidatos a dirigir los destinos de la cristiandad desde la berniniana Cátedra de San Pedro. Estaría bien que ahora abriese