Caracoles depresivos
¿Qué les pasa a los caracoles, que este año no echan gusto a nada? En esta extraña primavera, todos los cimientos de nuestra sociedad han sido removidos. Primero fue el 15M, luego los resultados electorales, más tarde el funambulismo filibustero de IU y su contorsionista interpretación de la voluntad popular. Y ahora, los caracoles.
Todo se derrumba. Hasta los caracoles. Este año son pequeños, insignificantes. El bicho se ha quedado en nada, oculto y amedrentado porque cuatro cabrillas le han echado cojones. Consumidos en su cada vez más escasa carne y recordando con añoranza los años pasados, en los que han disfrutado de una hegemonía incontestable en las pizarras que anuncian las tapas.
Rígidos, tensos, sin gusto... Los caracoles parecen haber dado el año por perdido. “Ya vendrán tiempos mejores” le decía un caracol a otro ayer tarde en la despensa de Los Amarillos, mientras el hervor en la olla les avisaba de que había llegado la hora de su refundación.
Me cuesta darlo por hecho. Me revuelvo. Me gusta sentarme en el Fantasma, en los Mozárabes, en la Estrella, a arreglar el mundo a golpes de rechupeteo y sorbos interminables de cerveza fría.
Por eso, sólo caben dos opciones: resignación o lucha. Yo elijo lucha. Huelva es muy grande. Seguro que en algún barrio, en alguna calle, en alguna esquina, hay unos caracoles como Dios manda esperándome.
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