El hombre tranquilo


Anoche vi “El hombre tranquilo” en Canal 2 Andalucía (me corrige Ronchel: en la 2. Corrijo: el que me ha corregido es Dick Turpin). Es una de esas películas de toda la vida, tan de toda la vida que, vista hoy, produce una mezcla de sonrisa y sonrojo. La cinta de John Ford acusa el paso del tiempo como pocas, y es una pena, no por la cinta, sino por el paso del tiempo.

Los profetas de la modernidad, adalides de la conciliación y talibanes de la igualdad de género tendrían que estar anoche subiéndose por las paredes, viendo al rocoso John Wayne arrastrar a su encabronada señora Maureen O'Hara por los verdes campos de Innisfree, mientras una vieja le ofrece una vara con la que atizarle. “El hombre tranquilo”, un himno a la vida sencilla del mundo rural, se erige en defensa de otros asuntos tan denostados hoy como la resolución de las diferencias por la vía de los puños, la ludopatía, la intromisión de la Iglesia en los asuntos mundanos o la ingesta desmedida de alcohol como medio de relación social.

Si alguien hiciera hoy esa película, probablemente lo colgarían en la plaza mayor. Lo que salva a John Ford es que la hizo en 1952. Bueno, y que está muerto, el pobre. Realmente, lo celebro, no le vaya a pasar lo que a Loquillo, que tuvo que retirar de su repertorio una canción tan redonda como “La mataré” porque incitaba a la violencia contra las mujeres.

Resumiendo, que el arte es arte, y que lo es en el momento de su creación. Contemplarlo y admirarlo fuera de su tiempo es un ejercicio absurdo si uno no es capaz de contemporizar, que es una palabra muy bonita que todos deberíamos poner en práctica más a menudo.

PD: Que alguien me informe de qué día ponen “Qué bello es vivir” estas Navidades.

Comentarios

  1. Qué bello es vivir me parace una de las películas más cursis de la historia del cine. Aún así, la veré otra vez.

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