Juan Nadie Cortés


Hubo quien creyó ver un día en Juan José Cortés al nuevo héroe del pueblo. Al Juan Nadie que, emulando al que encarnó Gary Cooper, se echaba a las espaldas la pesada carga de unir a los desesperados, de ser la voz de la gente sencilla, de plantar cara al sistema acomodado de la élite dirigente. El ciudadano Cortés, el héroe de la mirada limpia... Tantas cosas se dijeron y se escribieron en aquellos días.

Pero no, el camino que ha elegido Cortés es otro. Es el de incorporarse a esa élite, el de prestar su nombre, su fama y su causa a una opción politica. "Legítimo" es la palabra que más escucho en estos días en relación a la decisión adoptada por Juan José y, lo siento, no estoy de acuerdo.

Sería legítimo si le hubiese preguntado a mi suegra, que lloró en aquellos días de enero de 2008 sólo de pensar en lo que le habría ocurrido a aquella niña de cinco años. Sería legítimo si le hubiese preguntado a mis niños, congregados por las monjas del colegio día tras día para rezar por Mariluz. Sería legítimo si me hubiese preguntado a mí, que tuve que explicarle a mis hijos cómo es que Dios permite que pasen estas cosas. Sería legítimo si le hubiese preguntado a toda esa gente que se echó a la calle a hacer lo poco que se pudo hacer: buscar, manifestarse, dar algo de dinero...

Lo siento, no estoy de acuerdo. Juan José Cortés no es el Juan Nadie que esperabamos.

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