Los caciques


Tenía pensado pasar de puntillas sobre el tema… pero no puedo. Tengo que hablar de la estatua. Tranquilos. No voy a criticar al alcalde por aprovechar el tema para darse un baño de electoralismo en un soleado domingo de la antesala de la primavera. No voy a decir que el Ayuntamiento está confundido sobre cuáles son las prioridades y urgencias de la ciudad. No voy a decir que el monumento a la Virgen del Rocío aporta poco (nada, en realidad) a la Historia del Arte.

Pero no quiero callarme ante el retroceso en el tiempo que nuestra ciudad ha experimentado con ocasión de esta iniciativa y su método de financiación. Era un runrún que venía acompañando las noticias que iban apareciendo sobre la Comisión Pro-Monumento, pero, sinceramente, nunca le presté ni crédito ni atención.

Como a estas alturas ya es sabido en toda Huelva, en las cabezas de los portadores de la Virgen del Rocío han sido esculpidos los rostros de algunas de las personas que han aportado fondos para sufragar el grupo escultórico. Debe ser eso a lo que llaman retratarse.

Voy a intentar ser respetuoso hacia esas personas, a las que no conozco de nada ni quiero conocer. Pero me parece un hecho absolutamente impropio, arcaico y democráticamente lesivo que los caciques del pueblo se immortalicen en la plaza pública a golpe de talonario.

Honestamente, lo acaecido dice muy poco de nosotros mismos como sociedad, pues entraña el regreso de unas costumbres atávicas y el triunfo de un neoclasismo que a las alturas en que estamos se me hace tan insoportable como vergonzoso.

Quien quiera una estatua con su efigie, que se la ponga en el patio de su casa, o en el corral de su cortijo. Las plazas son para otra cosa.

Comentarios

  1. Lo suscribo todo y añado que me entran ganas de vomitar.

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  2. Solo falta en la foto el Ejercito y darle un tono grisaceo para que pareciese sacada de un album fotografico de hace 50 años.

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  3. Pues posiblemente, pero lo de arte, para gusto los colores.

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