Razón y pasión


La razón esta sobrevalorada. He llegado a esta concusión hoy mismo, sin proponérmelo, sin pensarlo mucho. Quizás hasta esté equivocado.

Por ejemplo, cuando uno acude a una selección para un puesto de trabajo, le radiografían el currículum: donde has estudiado, qué cursos has hecho, qué experiencia laboral atesoras. En definitiva, tus posibilidades de encontrar un curro en condiciones son directamente proporcionales a tus conocimientos. Sólo pasado ese primer filtro, se te permitirá mostrarte tal como eres en una entrevista personal.

Quienes se dedican a sentarse en una mesa y a estudiar opciones, medir riesgos y calcular probabilidades, quienes pretenden mover a los peones desde la seguridad de la trinchera, acaban siendo sobrepasados por la situación, perdidos en un mar de cábalas que no conduce más que a la desazón y al aburrimiento, a mantener una distancia insalvable con la realidad.

No hay que tener tanto miedo a equivocarse, porque no hay nada más humano que el error. Los demás animales no se equivocan, sólo tienen mala suerte. Los de nuestra especie podemos equivocarnos porque no somos una ecuación, no somos fríos ni matemáticos. Si lo fuéramos, seguiríamos subidos a un árbol comiendo plátanos.

La pasión es lo que hace que las cosas avancen. Es lo que nos lleva a arriesgarnos, a bajar del árbol. La pasión es lo que hace que algo que parece imposible, un día, de pronto, esté al alcance de la mano.

En resumidas cuentas: menos estrategia y más acción.

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