Banderas y causas

La mayoría de la gente no cree hoy en las banderas. En realidad, la mayoría de la gente no cree hoy prácticamente en nada más que en sí mismo (I just believe in me, dijo John Lennon). Son pocos los que son capaces de remangarse por una causa a no ser que les toque directamente el bolsillo. Las causas van camino de quedar circunscritas al cómodo púlpito de mesa camilla y brasero que ofrece hoy el facebook para poder predicar, que no es lo mismo que dar trigo.

Las banderas han sido históricamente manoseadas, y tanto sobeteo las ha hecho jirones. La Libertad tomó la bandera de Francia para guiar al pueblo en la primera revolución verdadera, y luego entregársela al golfo de Napoleón y sembrar Europa de cadáveres propios y ajenos. Más tarde, por 1945, los marines alzaron sobre la isla de Iwo Jima la bandera de las barras y estrellas, con la que durante décadas estuvieron hostiando a los coreanos, a los vietnamitas y a todo el que se moviera en el Pacífico.

Aquí, en España, tampoco nos hemos lucido mucho. Ha sido necesario nada menos que ganar el Mundial de Fútbol para que a la gente se le quitara la fatiga, después de tanta manipulación de la bandera rojigualda. Y en nuestra ciudad, mejor me callo, porque blanca y azul es la bandera de mi Huelva marinera, y pa qué queremos más.

Pese a todo, quiero decir que me gustan las banderas. Son bonitas y de colores.

Comentarios

  1. Yo paso de banderas, me quedo con la griffi. (Chiste sobre la droga)

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  2. Pues a mi me encantan las banderas.
    La de Huelva, la de España...
    te has olvidado del pendón cuestionado sobre las llanuras inmensas de nuestro satélite. Corría el año 69 del siglo pasado...
    Un saludo, amigo!!!

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  3. He decir, porque me lo estás poniendo a huevo, que desde hace unos días tenemos bandera de la provincia. Ésta, como dirían algunos que yo me sé, no es una cuestión baladí. Si en Huelva tuvieramos sentimiento de provincia, que entre otras cosas es lo que viene a expresar este símbolo, nos iría de otra manera.

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