Si los semáforos hablaran
Hola, soy un semáforo. Hace años me pusieron en Huelva, me conectaron y, desde entonces, me paso el día cambiando de color. Ahora verde, ahora amarillo, ahora rojo... De noche, pongo los intermitentes y descanso.
Recuerdo como si fuera ayer mi primer día de trabajo. Fue muy emotivo. A primera hora, vino un operario del Ayuntamiento y me quitó los plásticos de protección que me habían puesto en la fábrica. Estaba como un pincel. Impecable, con mi pintura verde y amarilla, mis luces brillantes y unas enormes ganas de comerme el mundo.
Para mi sorpresa, a la hora señalada se presentó en el lugar un montón de gente. Todos estaban pendientes de un señor con gafas que vestía traje azul. Le llamaban alcalde. Se acercó a mí, me miró de arriba a abajo y me dio un abrazo. “En Huelva esperamos mucho de ti, amiguito”, me dijo con cariño, mientras los medios de comunicación captaban el acontecimiento. Luego, se alejaron todos, y empecé a trabajar. Hasta hoy.
Tuve mucha suerte. Eran tiempos en los que los semáforos merecíamos ser inaugurados a bombo y platillo. Ahora ya, ni eso. Aquel señor tan sonriente del traje azul, ahora, ya no tiene ni semáforos para inaugurar.
Pero bueno, yo, a lo mío. Ahora verde, ahora amarillo, ahora rojo...
Recuerdo como si fuera ayer mi primer día de trabajo. Fue muy emotivo. A primera hora, vino un operario del Ayuntamiento y me quitó los plásticos de protección que me habían puesto en la fábrica. Estaba como un pincel. Impecable, con mi pintura verde y amarilla, mis luces brillantes y unas enormes ganas de comerme el mundo.
Para mi sorpresa, a la hora señalada se presentó en el lugar un montón de gente. Todos estaban pendientes de un señor con gafas que vestía traje azul. Le llamaban alcalde. Se acercó a mí, me miró de arriba a abajo y me dio un abrazo. “En Huelva esperamos mucho de ti, amiguito”, me dijo con cariño, mientras los medios de comunicación captaban el acontecimiento. Luego, se alejaron todos, y empecé a trabajar. Hasta hoy.
Tuve mucha suerte. Eran tiempos en los que los semáforos merecíamos ser inaugurados a bombo y platillo. Ahora ya, ni eso. Aquel señor tan sonriente del traje azul, ahora, ya no tiene ni semáforos para inaugurar.
Pero bueno, yo, a lo mío. Ahora verde, ahora amarillo, ahora rojo...
Parques infantiles, azulejos y hasta el Decathlon pueden decir lo mismo
ResponderEliminarHola amigo semáforo. Estamos agotaítos y pensando en presentar una demanda por explotación laboral. Firmado: El bombo y los platillos
ResponderEliminarLos semáforos son el mayor fracaso en una sociedad que no sabe ponerse de acuerdo.
ResponderEliminarA Lady Moqueta le atropelló un coche por no atender al semáforo. Desde entonces son para ella como Joda
ResponderEliminarCreo que en esta ciudad siempre están en rojo.
ResponderEliminarEspero para mañana una carta similar de un elemento cuya inauguración sí provocó más de un escalofrío, por la sólida personalidad y dureza de voluntad --aunque los malvados de entonces hablaran de ausencia de sentido del ridículo-- que demostró tener el señor de los abrazos: un pipican. También podríamos recibir un mail del ascensor del Ayuntamiento, cuya activación contó con los hoy exhaustos bombo y platillo.
ResponderEliminarPor otra parte, es una magnífica idea para una página dominical de opinión periodística. Norberto.
Hola, te he agregado a planetahuelva:
ResponderEliminarhttp://www.planetaki.com/planetahuelva
Un saludo y muy buen blog