Vecinos


Cuando Eva mordió la manzana (evitaré el chiste machista, que está la cosa calentita con estos temas) y Dios expulsó a ella y a Adán del Edén, no sólo los condenó a tener que buscarse la vida con el sudor de su frente y de sus axilas, sino que los castigó también a soportar a sus vecinos.

Al principio, la convivencia funcionaba. Era relativamente fácil. Los muros de las casas tenían un metro de ancho, no había amplificadores de 500 watios ni televisores a los que subir el volumen al máximo para compensar la sordera. No existían aparatos de aire acondicionado ni antenas parabólicas que deslucieran las fachadas. Cada cual limpiaba su trozo de acera y, con la fresquita, se sacaban las sillas a la puerta de la calle a charlar hasta la hora de acostarse.

Pero los planes de Dios no iban por ese camino. Él sabía lo que quería, y la buena voluntad de convivencia de los hombres (genérico que incluye también a las mujeres, aclaro) no iba a estropearle su hoja de ruta. Un día, mosqueado porque San Pedro le había ganado al parchís, descargó sobre los campos una furibunda tormenta que arruinó las cosechas. Aquello fue sólo un alivio momentáneo. Así que se sentó en su trono celestial y, con una solemnidad divina, ordenó: "Háganse las comunidades de propietarios".

Y así nos va.

Comentarios

  1. Que tire al primera piedra el que no (incluye a la que no) haya tenido algún roce, problema o altercado en su comunidad

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  2. hay coopropietraios , que les va la marcha y viven para eso, para las cuitas comuneras.

    lo siento por ti, me temo.

    saludos.

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  3. un vecino es como un cuñado, o un coche, que como te salga malo, te amarga totalmente.

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