No me gusta el Festival
Espero que no me crucifiquéis. No me gusta el Festival.
No me gusta porque soy más bien de otro tipo de cine, el que empieza y acaba en Hollywood. Me gustan las espadas, los tiros y los guantazos, qué le vamos a hacer.
Ahora bien. El Festival tiene todo mi apoyo, porque no debemos confundir participación con apoyo. Mi apoyo significa que me parece bien que parte del dinero que se recauda con mis impuestos se destine a la muestra cinematográfica. Estoy de acuerdo con que desde las instituciones públicas se financie y se potencie esa manifestación, incluso más de lo que se hace ahora.
El Festival Iberoamericano es una de esas pocas cosas auténticas que tiene Huelva. Frente a la intensa floración que hace unos años se produjo en muchas ciudades de España, en la que surgieron como gurumelos una pléyade de festivales oportunistas al amparo de las modas del momento y de los jurdeles de la televisión, el de nuestra ciudad conserva, tras 36 años de vida, su esencia colombina y su vocación de puente sobre el Atlántico.
Es de admirar que, con sus altibajos, la muestra onubense siga adelante. De momento, ni la crisis económica ha podido con él. Y ello, a mi juicio, se debe a dos razones: al buen hacer de su director, Eduardo Trías, torero en plaza difícil; y al hecho de que el de Huelva es, precisamente, un Festival con una profunda razón de ser.
Por eso, desde este humilde espacio, os animo a todos a que llenéis las salas durante estos días. Yo me quedaré en casa, que se está más calentito.
No me gusta porque soy más bien de otro tipo de cine, el que empieza y acaba en Hollywood. Me gustan las espadas, los tiros y los guantazos, qué le vamos a hacer.
Ahora bien. El Festival tiene todo mi apoyo, porque no debemos confundir participación con apoyo. Mi apoyo significa que me parece bien que parte del dinero que se recauda con mis impuestos se destine a la muestra cinematográfica. Estoy de acuerdo con que desde las instituciones públicas se financie y se potencie esa manifestación, incluso más de lo que se hace ahora.
El Festival Iberoamericano es una de esas pocas cosas auténticas que tiene Huelva. Frente a la intensa floración que hace unos años se produjo en muchas ciudades de España, en la que surgieron como gurumelos una pléyade de festivales oportunistas al amparo de las modas del momento y de los jurdeles de la televisión, el de nuestra ciudad conserva, tras 36 años de vida, su esencia colombina y su vocación de puente sobre el Atlántico.
Es de admirar que, con sus altibajos, la muestra onubense siga adelante. De momento, ni la crisis económica ha podido con él. Y ello, a mi juicio, se debe a dos razones: al buen hacer de su director, Eduardo Trías, torero en plaza difícil; y al hecho de que el de Huelva es, precisamente, un Festival con una profunda razón de ser.
Por eso, desde este humilde espacio, os animo a todos a que llenéis las salas durante estos días. Yo me quedaré en casa, que se está más calentito.
Bien. Honesta y constructiva reflexión
ResponderEliminarMe gusta, opino igual que tu. Es un evento que da vidilla a la capital...
ResponderEliminarNunca una opinión contraria a algo se expresó con tanta elegancia. Pareces Juan Manuel de Prada, Losantos o alguno de esos tan educados que también tenemos en Huelva... A mí me gusta el Festival, pero apenas puedo disfrutarlo
ResponderEliminarZizo, creo que a algunos no les ha gustado
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